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La selección de las ideas

  • Eric García Valladares
  • 20 may
  • 4 Min. de lectura

La cultura del diagnóstico es de verdad interesante. En estos tiempos donde las publicaciones especializadas ya no son exclusivas de las revistas en los consultorios, o en los anaqueles de publicaciones de investigación, sino que cualquier hijo de vecina las puede encontrar en internet, resulta que, con el simple hecho de haber leído una publicación, asumimos que lo entendemos y que además ya estamos facultados para hablar profesionalmente del tema. Si a ello le añades que hemos encontrado la forma de argumentar con el mínimo requerido de referencias científicas, entonces nos encontramos expertos al vapor por todas partes y cada uno de ellos piensa que tiene la razón. Y el tema no es que nos demos cuenta o que queramos exigir sólo la participación de peritos en cualquier tema. NO. El tema es que lo vamos aceptando de a poco y terminamos aceptándolo como algo normal, algo con lo que tenemos que vivir.

La mayor habilidad del ser humano para sobrevivir no fue la de comunicarse o generar códigos de sonidos para crear un lenguaje. Su mayor habilidad para sobrevivir fue la de trabajar en equipo. Y para trabajar de forma colaborativa, tuvimos que saber hacia dónde nos dirigíamos, tuvimos que entender cuál era el objetivo final que nos traería beneficios en comunidad, que recursos teníamos disponibles, que habilidades teníamos que desarrollar y entender en tiempo real los movimientos del otro para nosotros responder con un movimiento de asistencia. Por estas razones, al momento de comunicarse y opinar sobre ciertas condiciones, había que entender de lo que estaban hablando, no podían basarse mas que en la narración de sus experiencias y NO mentir en los alcances de sus funciones porque eso podría costar vidas, y siempre serian necesarios la mayor cantidad de personas participando para minimizar los riesgos. Eso, damas y caballeros, era lo normal. Había que acostumbrarse a arriesgar, a colaborar, a conservar, a proteger, porque cualquier situación que alterara el orden establecido, podía ser perjudicial para la comunidad. Y acostumbrarnos a ello, lo convertía en algo normal.

La pregunta de hoy es ¿Qué es lo normal en estos días? Porque, podemos entender que se dan las primeras manifestaciones en las calles, gritando consignas, insultando al sistema y colocándonos frente a las instalaciones de la institución quien fuera responsable de los reclamos que son el motivo de nuestro malestar, pero poco después era ya saquear algunos camiones repartidores, lesionar la infraestructura urbana, maltratar edificios que representen su odio, violentar a las fuerzas del orden (quienes también tienen su historia), e incluso enfrentarse a civiles que nada pueden hacer para solucionar sus demandas y que su más grande delito fue estar en el paso de su recorrido abriendo el negocio que les funcionó en esa ciudad. Es una organización muy sólida y que mantiene la cohesión entre los participantes, pero… ¿sirve de algo? ¿O sólo calma nuestros más básicos instintos de destruir para sentir que estamos haciendo algo útil y que a toda acción corresponde una reacción? Al paso de un tiempo, ya lo esperamos, es normal. Los agentes municipales pagarán para que alguien instalé vallas de madera o metal para retrasar (nótese que no es impedir) que los manifestantes la tengan fácil. Las manifestantes, ya saben que es normal y llevarán herramientas adicionales como martillos, para derribar, abrir, o maltratar dichas vallas.

Como sociedad ¿Como podemos evitar que el dinero tenga más poder que el bienestar de la comunidad? Porque si alguna persona nos ofrece una cantidad (nunca suficiente ni justificable) para incidir en el bienestar de la comunidad, la aceptamos ya que nosotros sufriremos los embates de ciertos comportamientos, pero ya hemos sido beneficiados con un incentivo económico que nos obliga a mirar hacia otro lado.

¿Tenemos esa conciencia de mantener nuestros valores en la normalidad, o normalizamos la falta de carácter y decencia para no sentirnos tan mal sabiendo que es normal?

Los riesgos de normalizar, es que perdemos de vista el carácter funcional de lo normal. Normal es que la tierra se mueva, normal es que las fuerzas de gravedad actúen sobre nosotros, normal es que un padre provea de conocimientos y herramientas sociales a sus hijos para enfrentar la vida, normal es que las autoridades ayuden a la sana convivencia de la ciudadanía, normal es que quien haya desarrollado mayor habilidad en temas de especialización desempeñe labores de mayor responsabilidad.

No es normal que los padres sobreprotejan a sus hijos porque se deteriora el tejido social cuando las edades avanzan; no es normal que las autoridades extorsionen y hostiguen a la ciudadanía; no es normal que paguemos por los destrozos de los demás, cuando nadie en absoluto pierde un solo peso de su salario por dejar invisibilizados los problemas o por desatender las demandas de grupos de protesta; no es normal que llegue quien tiene una red de influencias apropiada para colocarse en puestos estratégicos sabiendo o no de la administración de dicho puesto.

Empecemos con la NO normalización de las ideas, sólo por haberlas leído en un artículo de internet. Cuestionemos los contextos o terminaremos diciendo que lograremos en un año tener el sistema educativo de Finlandia. NO normalicemos la impunidad, desde casa hagámosle saber a nuestros familiares que los limites sirven para darnos un orden y una estructura familiar, lo cual puede traducirse en una sociedad que rinde cuentas. Es muy importante seleccionar nuestras acciones, siempre y cuando hayamos hecho una buena selección de las ideas.


En Diario 21


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