La autoridad del influencer
- Eric García Valladares
- hace 9 minutos
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En los días afortunados de mi increíble infancia recuerdo haber escuchado de algún familiar frases como “la palabra convence, pero el ejemplo arrastra”. Me parecía un discurso relevante para establecer un modelo de conducta que pudiera ser emulado por las personas cercanas a mí. Años después en el libro “La Paradoja” de James C Hunter leería que la autoridad es la capacidad de influir sobre las personas y se encuentra a un paso del liderazgo. Esta última observación nos permite complementar la idea de que un comportamiento que sea digno de seguir (da ejemplo), genera autoridad y se hace tan sólido que permite construir un liderazgo sin imposición.
Sin embargo, lo que no consideré fue la dualidad de la expresión, ya que se puede dar ejemplo y generar autoridad para construir liderazgo tanto en propósitos nobles como en los que sólo tienen que ver con un interés particular, sin beneficios comunes e incluso con la afectación intencionada de otros grupos o personas.
La ciencia y el desarrollo tecnológico habían estado íntimamente ligados con el progreso. El progreso estaba, generalmente, asociado con el bienestar de las personas. Y tal vez en algún tiempo fue así. Pero una vez que la comunidad crece y se hace necesaria la organización jerárquica, aparecen modelos de pensamiento que se mueven hacia la justicia y los derechos fundamentales, y al mismo tiempo modelos conductuales enfocados en la acumulación de bienes, riquezas o privilegios.
Para que las acciones representen un bien común, debenreflejar sus bondades en la plena satisfacción de los miembros de una determinada comunidad. Pero cuando los beneficios son enfocados, de manera repetida y continua, sólo a un grupo específico de personas, la desigualdad se hace presente y el descontento se generaliza.
Desde mediados del siglo pasado hemos tenido la idea de que “más significa mejor”. Empezamos a consumir, y en consecuencia a acumular, prácticamente sin analizar la necesidad, la pertinencia o la capacidad.
Hoy tenemos un desarrollo tecnológico sin precedentes. ¿Ha sido de beneficio para todos? ¿Hemos creado nuevas brechas de desigualdad en temas de aprovechamiento de ese desarrollo tecnológico? ¿Se siguen acumulando beneficios para unos cuantos a través de la manipulación de la autoridad? ¿La dualidad de influenciar gana terreno en conductas orientadas al progreso o se dirige al beneficio desconsiderado y personal? ¿Es necesario acumular tanto contenido?

Hemos encontrado una nueva forma de generar ingresos y/o acumular riqueza a través de actividades que miden, valoran y evalúan las preferencias de las personas, todo lo anterior gracias al desarrollo de tecnología que nos conduce (obliga) a la permanente interconexión que revela nuestras expectativas, preferencias y hasta modelos de decisión. Pero ninguno de estos avances ha sido para mejorar la calidad de vida de la mayoría de las personas. Y se refleja en los monstruos corporativos que determinan el curso de las cosas perfilando incluso nuestra forma de pensar y nuestra alterada interpretación de la cooperación, empatía y solidaridad.
Disponer de medios para expresar nuestras opiniones parecía una buena idea. Todas las opiniones tienen el derecho a ser expresadas. Todas las personas son dignas de respeto, pero no todas las opiniones son respetables. Hay contenido ofensivo porque generaliza conceptos o insulta en forma soez a las personas; falaz, porque no refleja seriedad en la argumentación, ni congruencia con elementos fácticos; sesgado, porque sugiere manipular la opinión en favor de una idea, causa o persona. Si tuviésemos el hábito de aplicar nuestro pensamiento crítico a cada forma de expresión,entenderíamos que, si estamos en desacuerdo, simplemente no lo escuchamos, si nos parece ofensivo, dejamos de verlo, si nos resulta irrelevante, no lo seguimos. ¿En qué momento se nos hizo buena idea responder a cada una de esas situaciones? ¿No te gusta? ¡¡No lo veas!! ¡Punto!
Antes de las redes sociales o de los canales de video, sólo podíamos expresar nuestra opinión en reuniones con otras personas. Si nuestra opinión era articulada, con un vocabulario adecuado y una visión personal destacada, podíamos tener influencia positiva sobre los demás. Obvio también podíamos ser ofensivos y aún así ser aceptados. Dependía de la audiencia. Hoy debería ser algo similar. Pero desafortunadamente nos encontramos con grupos de poder que silencian las voces desde su autoritarismo, bloquean las cuentas por expresar opiniones contrarias a sus intereses, o privan de la vida a creadores de contenido por tener una mala opinión de la persona o de la forma en como genera su contenido.
No estoy obligado a seguir todo lo que se expone en redes, No es necesario responder a una opinión que me hizo sentir ofendido. ¡Es más! No es necesario que “todos” los videos de la cuenta de tu preferencia estén alineados con tu forma de pensar.
Influenciemos con acciones que valgan la pena. Con un ejemplo de conducta que podamos compartir con nuestros hijos. Con una opinión de autoridad que persiga el beneficio de la mayoría. Privilegiemos la influencia que genera liderazgo positivo y no sólo la autoridad del influencer.
En Diario 21

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