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Eric García Valladares

Experimentar el presupuesto

El comunicador Raúl Velazco (apreciado por algunos y despreciado por varios más), compartió alguna vez en su programa de entretenimiento aquella historia de un padre que animaba a su hijo para que se aventara desde una banca en un parque, diciéndole “…no te preocupes, yo estoy aquí para recibirte…” el chico lo pensó por un momento y al final decidió lanzarse hacia adelante sólo para encontrar que su papá se había movido y tendría que aterrizar en suelo firme. El siniestro progenitor ayudó a incorporarse al sorprendido y golpeado pequeño mientras le decía “…esto te enseñará que, en la vida, no puedes confiar ni en tu padre…”. Algunas personas estaban de acuerdo con la historia ya que en las relaciones nos sorprendemos con la falta de compromiso de las personas hacia los objetivos de grupo, o con el cambio de conducta de las personas, incumpliendo acuerdos en aras de beneficiarse de manera personal. Algunos otros, por supuesto, opinaban que había mejores métodos para representar la misma lección, y que significan un ahorro sustantivo en las visitas al dentista. El padre del chico, tiene la expectativa de que su hijo haya aprendido a desconfiar de cualquier persona y no delegar las tareas vitales a nadie. El chico se acaba de crear una expectativa de los métodos que tendrá su padre para diseñar experiencias didácticas futuras.

El concepto de expectativa, es altamente relevante y debe ser tratado como un tema muy serio. Y lo tomaremos en serio, aunque no con tanta profundidad.

Altas expectativas: Iniciaremos con el efecto Pigmaleon. Consiste en tener las más altas expectativas sobre el desempeño de las personas y darles un trato que les demuestre nuestra seguridad en ellas para conducirse de acuerdo a esas expectativas. Esto funciona muy bien cuando de educación y formación se trata, ya que tanto maestros como padres comparten su visión de futuro con los jóvenes quienes adoptan las conductas de acuerdo a ese trato recibido.

Siguiendo con esa línea, para un conjunto diferente de circunstancias, se dice que debemos elevar nuestras expectativas y ser lo más positivos posible. En ocasiones preocuparnos de más, nos lleva a un estado de ansiedad que nos impide tener claridad, ni en nuestras ideas ni en nuestras acciones. El ochenta y cinco por ciento de las cosas que nos preocupan ¡jamás pasarán! Debemos conservar nuestro enfoque en las situaciones que si podemos controlar, y esperar con plena confianza, que aquellas que están fuera de nuestro alcance sigan un rumbo que se alinee a nuestra forma de conducirnos.

Bajas Expectativas: Para un espíritu aventurero que le gusta lo novedoso, lo inusual, lo poco común, será importante evitar crear falsas expectativas respecto a esas nuevas experiencias ya que de ese modo se concentra en disfrutar el proceso, el camino, el evento, en lugar de decepcionarse cada cinco minutos con la consecución de eventos que nunca correspondieron a su expectativa inicial. Aun y cuando el tren de actividades, ya sea por seguridad o por inercia, representen una rutina, es mejor tener gobernados nuestros anhelos para abrirnos a la sorpresa o al manejo más conveniente de frustraciones y decepciones. Algunos especialistas en desarrollo personal recomiendan bajar nuestras expectativas para personas a quienes hemos dado demasiado crédito por el sólo hecho de ser miembros de nuestra familia, compañeros cercanos del mismo departamento laboral e incluso de nuestros amigos de la infancia. La idea es evitar los desengaños causados por la sobreestimación de valores, capacidades e incluso ideologías de quienes gozan de nuestro aprecio y confianza.

Crear expectativas: Si por tu trato demostrado hacia los demás, tus insinuaciones, tus acciones o tu posición jerárquica en la escala social, cultural o política, generas expectativa en las demás personas, deberá hacerte responsable de dicha condición. Las personas asumen cosas porque es más fácil lidiar con su dinámica de vida. Cuando tu forma de trabajo les hace saber que tienes una habilidad especial con la que ellos no cuentan, o has tomado decisiones distintas a las que tu descripción de puesto exige, entonces la gente asume que cuando se presente una situación similar, serás tú quien la enfrente, la resuelva, llame a quien sabe resolverlo o la instruya para resolverlo.


Debemos entender que, ordenado, limpio, lógico y pertinente, no son sinónimos, por mucho que se les acomode estéticamente en una sola oración, no lo son. Debemos hacer una especie de presupuestos (según el Ing. Cano, un reconocido instructor de industrias extractivas), en nuestras expectativas y permitirnos tanto gozar de la experiencia sin grandes esperanzas, como del pecho ensanchado por la promesa autocumplida de las altas expectativas en las personas. Tenemos que presupuestar nuestra experiencia, para experimentar ese presupuesto.


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