Seguro estoy de que las situaciones más adversas pueden sacar las reacciones más insólitas de las personas. Algunas veces las reacciones son muy creativas para resolver los problemas y algunas otras rayan en lo absurdo para intentarlo siquiera. La desconexión entre la razón y el corazón, que se presenta cuando, nuestra amígdala cerebral es secuestrada, nos impide tener claridad en nuestros actos, nubla nuestro juicio, detiene el proceso de pensamiento con conciencia. Es por ello que la respuesta conductual motora no corresponde a nuestro desempeño habitual y cotidiano.
El carácter sobrio, objetivo y orientado a resultados, largamente comentado de las culturas orientales, ha sido ejemplo para muchas generaciones occidentales quienes han emulado diferentes filosofías en ámbitos de salud, empresariales y de desarrollo personal, entre otras. Los importantes beneficios obtenidos de la apropiación de dichas filosofías en las diferentes industrias, han sido motivo de esmeradas recomendaciones por parte de quienes han probado las mieles de las exitosas implementaciones. Desde el ikigai que nos invita a encontrar aquello que nos apasiona y que además forma parte de un todo que le da valor a nuestro trabajo desempeñándolo de la mejor manera y encontrando así un propósito de vida; el kaizen que nos invita a mejorar día con día en forma constante; el Poka yoke que tiene la finalidad de evitar errores no intencionados. Pero hay uno en particular que me parece altamente relevante en la evitación de los eventuales secuestros de la amígdala, es el Wabi-Sabi. Este es un concepto que nos ayuda a encontrar la belleza en la imperfección y nos permite aceptar los eventos tal y como son. Y a mi modo de ver, es algo así como apreciar una antigua taza que tiene despostillada el 20% de su fachada y ya no tiene ni el asa, pero que has estado utilizando durante los últimos seis años asignándole poderes curativos y propiedades de un alto beneficio cuando de tomar café se trata.
Cuando nosotros aprendemos que la juventud no es para siempre, que los recursos son perecederos, que las compañías divertidas llegan a tener fecha de caducidad, que los empleos cumplen ciclos ya sea para nosotros o nosotros para la empresa, es entonces cuando los grados de ansiedad son manejables porque hemos comprendido que nada es eterno.
Cuando entendemos que el mejor desempeño es superado, que siempre habrá alguien más veloz, más fuerte o más resistente, que la belleza forma parte de una construcción compleja e inconstante, es cuando entendemos que nada es perfecto.
Cuando entendemos que tu casa siempre tendrá modificaciones que deban hacerse, que tu sobresaliente trabajo siempre tiene áreas de mejora, que tu proyecto siempre requiere de adicionales, o que tu lista de buenos deseos le faltaba ser feliz, te darás cuenta de que todo es incompleto.
Con lo anterior en la mente será más sencillo dejar de practicar ese perfeccionismo que tantas veces te ha hecho incumplir tus compromisos. Será más sencillo evitar la ansiedad que te consume por las noches y te hace desvelarte sin un avance sustantivo. La belleza es imperfecta, impermanente e incompleta (Leonard Koren). La vida está llena de un andar constante por caminos incompletos que como ya decía Serrat hay que hacer el camino al andar. Se puede llegar a apreciar la textura áspera de una aguda emoción. Se sugiere apreciar lo fascinante en un relieve asimétrico que dibuja el horizonte de nuestras vidas. Se le puede dar un reconocimiento a aquel árbol en solitario que se ha instalado en medio de la pradera y no ha admitido compañía alguna de otra vegetación que tenga su origen humilde, lo cual, por supuesto, le da un carácter de majestuosidad y de incompleto.
Hace unos días en la contienda femenil de Judo celebrada en el marco de la XXXIII olimpiada, pudimos observar como una atleta profesional de origen japonés, Uta Abe, quien estaba invicta desde 2019, fue eliminada en la categoría de 52kg. La reacción de la atleta llorando y gritando amargamente, fue un poco triste para muchos, un poco exagerada para otros. El tema es que la judoca de 24 años, no fue capaz de manejar su frustración y aceptar la derrota con un poco más de serenidad. Que importante es entender que los invictos no dejan de ser valiosos cuando pierden esa condición. Que las derrotas no definen el carácter de un contendiente. Que las oportunidades seguirán llegando para un desempeño tan destacado pues su formación siempre tendrá áreas de desarrollo. Que ninguna técnica es perfecta pues siempre habrá innovaciones que superen a las anteriores. No quiero ser rudo ni grosero con la chica. Es muy joven y seguro estoy que pronto tendremos noticias de su destacada participación en futuras contiendas internacionales, sólo quiero subrayar que incluso aprecio ese llanto y su desgarradora imagen de derrota, pues entiendo que es sólo una expresión de vulnerabilidad y de exposición social, pues hay ocasiones que en casa del herrero…azadón de llanto.
En Diario 21
En Despertar del Sur
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