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Lucy Baeza

Un verano maravilloso (Capítulo VIII de su libro inédito)


Recorría la Avenida Madero, la luz del sol iluminaba la cantera rosada de Morelia como un cuarzo emanando mil colores, el viento era puro y tibio. Entré a Woolworth y de pronto mi atención se centró en aquel estante: ¡MADONNA!, su primer álbum en formato LP, ¡qué gran disco! Lo compré sin dudar de la que fuera en adelante mi gran ídolo, mi gran ejemplo a seguir.

Regresé a mi casa de Navarrete, grande y señorial, como las típicas casonas antiguas que hay en la ciudad: siete habitaciones, tres patios, dos salas, dos baños, la cocina y el comedor con su enorme ventanal, toda de cantera rosa con sus pilastrones altos en el patio principal, dos fuentes de agua en el primer y segundo patio, y un enorme arbusto de Nochebuena en el tercero.

Encontré a mi madre contenta y me comentó que mis primas de Chicago estaban por llegar, tuve una gran alegría, las volvería a ver

-¡Qué padre!

-Me van a confirmar a qué hora llegan el sábado.

La semana fue larga y a la vez corta, pasó entre la lectura de varios cómics, disfrutar frituras, tentempiés, y música de Parchís; mis hermanos Lalo con sus muñecos de Star Wars, Playmobil; y Zugey con sus Rainbow Brite, Rosita Fresita, Barbies y muñecos de peluche.

Despertamos de salto el gran día:

-Sus primas llegan a las 12:00 PM.

-¡Son las 8:00 AM!

La servidumbre se alistó, las Floras corrían de un lado a otro, Pancho el mozo flojeaba y rezongaba como era su costumbre, mi madre le gritaba:

-¡Ándele, póngase a trabajar!

Juan era el primero en estar atento, aparte de ser un gran amigo para nosotros, era chófer, administrador, encargado de las diligencias, y sobre todo, un apoyo para mi madre.

-¡Son las doce del año 1984, un bonito día!

-¡Ya tocaron el timbre!

-¡Son sus sobrinas, Doña Evita!

- Pasen, ¡bienvenidas!

Llegaron Lilly y Mary López, mis primas por parte de mi papá, y trajeron a su prima materna Rosy Díaz. ¡Qué guapas se veían! Al unísono nos saludaron alegremente.

El Pancho y las Floras ayudaron con el equipaje para llevarlo a la habitación de huéspedes. Lilly y Mary abrieron sus maletas con infinidad de regalos para nosotros. Eran muy apreciados porque, además del cariño con que habían sido elegidos y traídos, en esos tiempos E.U.A. estaba adelantado de 6 meses hasta 1 o 2 años a México en medicina, modas, películas, y música, todo eso solamente podría conseguirse en la Fayuca.

Mary y Lilly se deleitaban con las corundas, las enchiladas morelianas y el pozole blanco; Rosy, por su parte, prefería los tamales surtidos con atole.

-¡Gracias, tía!

-De nada

Se comía rico en esa época, todo era más natural.

Al día siguiente, Juan llegó antes que los empleados domésticos, después llegó el ejército de las Floras y casi al mismo tiempo el Pancho, a quien enviaron a comprar Megaquesadillas surtidas.

Nos arreglamos para comenzar el día, mis primas abrieron las puertas del cuarto de huéspedes, bien maquilladas y vestidas. Mary y su prima llevaban puestos pantalones con pinzas y blusas con volantes, mientras que Lilly lucía un vestido negro con lunares blancos, un obsequio que le hizo mi madre de la boutique María Esther's. Sus peinados eran con el corte en capas que estaba tan de moda. Las Floras corrieron para sacar la basura y asear la habitación.

Nos reunimos en el comedor, mis pulseras gummies de colores que compré eran el furor y cada vez que me llevaba un bocado a la boca, resbalaban lentamente por mi brazo. La casa de Navarrete era una alegría en esos momentos, sonaba desde temprano música de Frank Sinatra, Fausto Papetti, Vicky Carr, Ray Coniff, Julio Iglesias, entre otros.

Sonó el timbre. Las Floras recogían la mesa y el Pancho había ido a surtir refrescos y lateria con Don Cuco a "La Sevillana". Lilly corrió hacia la puerta: -¡Yo abro!- Abrió, y de pronto se quedó pasmada cuando vio a un hombre joven, moreno y educado, quien dijo: -Disculpe, señorita ¿está Juan?

Fue un flechazo entre los dos, Lilly corrió hacia adentro, encontró a mi madre que caminaba hacia el zaguán, la música de fondo era de Rocío Durcal, y le preguntó: -Tía, ¿quién es ese muchacho tan guapo?

-Es Carlos, uno de los estudiantes que viven en los departamentos y muy amigo de Juan.

Lilly corrió hacia Mary y Rosy con una gran sonrisa en el rostro, y les dijo:

-¡Nos enamoramos!

Después de comer, cerca de las cinco de la tarde, llegó Juan con sus amigos. Venían Carlos, Pepe, Chano y Rigo. Mary hizo enrojecer a Pepe, quien se interesó en ella; mientras que Chano, todo diversión, invitaba a Rosy a una amena plática.

Rigo y Juan contrataron a un mariachi para alegrar más el ambiente -Diles que nos toquen la canción de Pancho López-, insistía una compañera del colegio que estaba de invitada. Rosy y Lilly cantaron al son de la música.

Para una niña como yo, todo aquello era maravilloso; era la época del derroche, buen clima, cada minuto se apreciaba más. Todo era sano, sin pretensiones de ningún tipo. Mi madre disminuyó su consumo de alcohol y eso fue bueno para mí.

Los amigos de Juan se ofrecieron a llevar a mis primas a conocer la ciudad y sus alrededores, iban a los cafés de los portales frente a la Catedral, a restaurantes, discotecas, a Pátzcuaro y a La Carreta de Moroleón.

En la casona jugaban lotería, memoria, damas chinas y palillos chinos, mientras que nosotros leíamos los cómics. Cuando salíamos en el coche, nos llevaban al cine de Las Américas, al tobogán gigante y las camas elásticas, al circo, a Rebullones y más lugares.

Carlos llegó un día con un anillo de compromiso. Al atardecer, Juan nos llevó al cine, se exhibía la película de Tootsie. Mi prima veía el horizonte verde y frondoso de los cerros antes de entrar a la sala, estaba maravillada con el romanticismo de la ciudad rosa.


En memoria de Lilia López. 25 de abril de 1966 - 20 de septiembre 2020

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