Querido lector, esta vez ha sido un poco difícil escribir, encontrar las palabras correctas ante la muerte de un familiar es bastante complicado, creo que en ocasiones no las hay porque la “muerte” misma como palabra representa lo que no hay, lo que no está, lo que pesa, lo que en ese momento no se puede sobrellevar, lo que no se puede gritar y solo se puede llorar.
Hace unas semanas perdí a ese ser del que no se le terminan los apapachos jamás, partió esa persona que te limpia los raspones, te soba los moretones con agua caliente y sal, quien te prepara un “burrito” (tortilla caliente estrujada con sal) mientras la comida está; se fue quien tejió mis trenzas con coloridos listones y en un lavadero mis cabellos solía tallar, ese ser que con mirada arrugada y manos agrietadas por el polvo de tantos años la tierra trabajar me decía “mami prende el fogón y acarrea los leños porque tu abuelo ya va a llegar”.
La siguiente carta es para ella que, aunque no supo leer sé que dónde quiera que ella esté sabe lo que su ausencia ha dejado y que no le paro de extrañar.
El sol se ha asomado de entre los cerros, tus sandalias permanecen frías porque nadie las ha pisado desde ayer. El radio que puntualmente reproducía a las 7:00 am al dueto “Las jilguerillas” esta mudo, permanece intacta la dentadura en el buró de tu cuarto, el mandil sobre la silla muere de ganas por sentir tu cuerpo tibio. Las gallinas están hambrientas nadie les ha dado de almorzar, ni siquiera a las dos gatas o al perro, nosotros tampoco hemos probado bocado alguno, parece que en ésta casa el apetito va a tardar un rato en volver.
Hay mucha gente llegando a verte, tus amigas, tus vecinos ¡ya llegó tu comadre! Te he puesto el vestido rosa de flores grades, el mismo que hace un tiempo te pusiste el 10 de mayo para festejar; recuerdo que ese día te fuiste a cortar el cabello muy temprano siempre fuiste bastante vanidosa y esos zapatos beige hacían juego a la perfección. Hay muchas flores en la casa, pero nadie ha traído tus flores favoritas, hay sillas en el patio y en la calle, el teléfono no para de sonar.
Sé que tu mano está fría pero no la quiero soltar, quiero que me lleves de nuevo a la tienda, que me acompañes a dejar agua a los borregos, quiero que esa mano vuelva a secar mis lágrimas cuando mi mamá me ha dado un regaño, quiero que me vuelvas a guiar mientras bordo una servilleta o que simplemente me tomes de la mano para ponernos a bailar.
Tu caja ha llegado, no estoy lista para contemplarte a través de un frio cristal, no quiero ver las flores blancas sobre ti aún, yo quisiera estar en tu lugar.
Son casi ya las 4:00 de la tarde, me he dado un baño y todos casi están listos, ¿Listos? ¡Nadie estaba listo para esto! Qué irónica es esta situación, hace un año tú te preparabas para el 10 de mayo con bordados coloridos y yo estaba en esta misma habitación, me perfumaba y maquillaba para festejar contigo con también un vestido multicolor. Mientras me visto con ropas negras y seco mi cabello mojado observo tu cepillo en el tocador, ¡vuelve a cepillar mi cabello, trénzalo de nuevo por favor! Tengo listones nuevos y peinetas que podrías usar, vuelve a decirme que bailemos ¡Quiero que me lleves a la tienda a comprar!
Vamos con pasos lentos detrás de ti, casi tan lentos como tus últimos andares, recorremos las mismas calles que con frecuencia te llevaron al mercado, pero esta vez no hay mandado por el cual ir, hemos pasado a un costado del zócalo del pueblo, donde mirabas los desfiles y una nieve te sentabas a disfrutar, donde siempre estabas atenta a tus nietas en los festivales de danza y de más.
Llegar al panteón ha sido pesado, siempre he dicho que es muy difícil ir algún lado dónde simplemente no tienes ganas de ir, venimos detrás todos los que te amamos, los mismos que nunca sola te íbamos a dejar. La música está tocando, los sollozos se han intensificado cada vez más, no sabía a lo que me afrontaba hasta que llegué hasta acá. Nuestros ojos no se han secado, las manos no nos paran de temblar, el dolor del alma de pronto se ha sentido tan real, la nauseas me invaden y no puedo respirar.
Al fin estamos de vuelta en casa, la tarde ha caído ya, los pollos siguen hambrientos, el radio mudo está. Las arracadas que diario utilizabas están perfectamente guardadas en tu cajón junto con todos tus bordados, tus rebozos aún huelen a jabón.
Ha venido un pajarito muy curioso, está revoloteando en las flores del jardín, ¡Gracias por visitarme mami! ¡Te extraño muchísimo también yo a ti!
Maravilloso y conmovedor relato, hermosas letras que dibujan el sentir de los que hemos perdido a un ser querido. Reflejo perfecto de los recuerdos gratos que contrastan con el dolor de la ausencia.