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Elías Othoniel Arriola Catalán

¡Sálvese quien pueda!


¡Qué tal queridos lectores!, es un gusto escribirles una vez más, tocando un tema del que poco se habla, y que es importante para nuestro ecosistema. Que es la extinción de especies, un tema no muy sonado, pero que debería ser de nuestro interés, ya que, en nuestro país, México, es uno de los cinco países que pueden preciarse de una diversidad biológica abundante. Así, puede decirse que es megadiverso. Esto significa que la superficie nacional es privilegiada en lo referente a tipos de ecosistemas, así como al número y la variación genética de las especies.

En la república mexicana se encuentra 10% de las especies existentes en el planeta. De estas, alrededor de 50% son especies endémicas, y su existencia se limita a una determinada zona. Lo demuestran las 1,681 especies de mamíferos, las 1,054 especies de aves –más de las que habitan en Estados Unidos y Canadá juntas– y las 704 especies de reptiles, 51% de ellas endémicas. Por lo tanto, cabe destacar que, con excepción de Australia, no hay otra región en el mundo que cuente con tantas. En la fauna endémica se encuentran rangos de distribución muy restringidos, limitados a una isla o a una determinada región del país.



Pero la riqueza de la biodiversidad de México no es infinita. Últimamente se ha visto muy mermada. Es así como año tras año se puede apreciar con fotos aéreas e imágenes desde el espacio cómo desaparecen selvas, bosques y otros tipos de vegetación nativa que ponen al borde de su existencia a una creciente cifra de animales asociados a ella.

De esta manera, la situación se torna cada día más delicada. A pesar de esto, como aún no se nota tanto, la gente hace como que no ve, como que no oye, como que no siente… Pero, ¿hasta cuándo? ¿Hasta que sea tarde?

Por desgracia, las actividades humanas no son compatibles con la vida salvaje y son las que más amenazan a la fauna y la flora. Los entornos se fragmentan y con ellos caen y se degradan los ecosistemas. A la tala de árboles le sigue de inmediato un insidioso proceso de erosión y poco después ocurre una serie de modificaciones que reducen los bienes y los servicios ambientales, lo cual sumado propicia la extinción de los animales residentes en la zona.

De un año a otro se derriban 600 mil has de selvas, bosques y otros tipos de vegetación nativa en México equivalentes a la desaparición de un campo de fútbol por minuto.



A esta situación se añaden las actividades ilegales, como la compraventa de animales silvestres y la cacería furtiva. La enorme demanda de aves exóticas con fines decorativos para residencias y hoteles ha disparado el comercio clandestino y las ha convertido en mercancías codiciadas, por lo que su futuro es incierto, con graves consecuencias para las poblaciones y los ecosistemas.



Si bien es cierto que ha aumentado el interés de la sociedad por participar en el rescate de la vida silvestre, solo una parte muy pequeña está consciente del tamaño del problema y su importancia. No basta con que las personas de la ciudad simpaticen con los animales del bosque y emprendan campañas y contribuciones económicas para evitar la tala de árboles.

La conservación de las especies debe ser una actividad que ocupe y preocupe a todos y debe ser ahora, cuando aún hay tiempo. Pero de una manera concertada, porque es inútil salvar una especie mediante las sofisticadas técnicas de crío-preservación del material genético para su futura reproducción, si los bosques, selvas o ríos donde moraba ya no responden para sustentarla, sea porque están completamente devastados o que el ecosistema ya no da más de sí.

Cada quien tiene mucho que aportar porque es preciso cuidar lo que resta de la biodiversidad y mantener los bosques y las selvas. ¿A quién sirve una tierra donde la flora y la fauna solamente quedarán como un recuerdo? Una selva sin rugidos, cantos ni gritos de alarma, sino un simple poblado de fantasmas.

El cambio es ahora, antes que sea demasiado tarde.

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