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¿Quién soy yo?

  • Foto del escritor: artmilenarios
    artmilenarios
  • 13 feb 2023
  • 2 Min. de lectura

Se supone que debo de compartir cosas sobre mí, que debo hablar de mis pasiones, mis sueños, mis pesadillas y hasta el horario en que tomo los alimentos.

¿Habrá necesidad de ser tan profundos?

Una cosa es contarle al mundo que uno de mis sueños es ver un concierto sinfónico donde se interprete el Bolero de Ravel, y otra muy distinta decirles que mi verdadero sueño es encontrar la cura para que mi ojo izquierdo deje de temblar.

Supongo que es más hermoso imaginarse en un enorme teatro, con butacas rojas y ese gran escenario lleno de instrumentos, a verse tendida sobre las sábanas frías presionando con la mano el órgano principal del sistema visual.

No sé si es común en otros, pero al menos ya romanticé su vida conmigo. Llevamos tanto tiempo juntos, que cuando se va obviamente no le extraño, pero cuando vuelve, me hace pensar en el tiempo en que no estuvo o si estuvo, no lo noté.

Tolero que me agarre la tembladera cuando estoy comiendo, pues es evidente que no detiene la ingesta de alimentos, pero ¿Por qué carajo cuando voy conduciendo? ¿Por qué cuando intento dormir? ¿Por qué cuando hablo con alguien?

¡Con una chingada!

Dicen que es estrés, yo a veces pienso que ya me ha llegado la hora de irme a encontrar con los antepasados, que es solo el ante sala de una serie de eventos dolorosos, de esos que anuncian el fin. Otros, creen que es para llamar la atención pues algo malo hay en mí y en mi mente poco descifrable. Incluso, que hay tan poco amor propio, que ocupo de inventarme de enfermedades extrañas y absurdas.

Tal vez es un poco de todo… o no.

Mi cuerpo vibra, o, mejor dicho, mis ojos vibran en una frecuencia que no baja. No hay calma, es un ahogo constante, tratar de detenerlo es como querer correr a la misma velocidad del auto más potente. Contar hasta diez no funciona. Rezar, menos. Tomar una ducha, aire o agua fresca solo prolongan la desesperación. Llorar no es una opción, hablarlo dejó de serlo desde que me dijeron que el problema era que le ponía demasiada atención. Y yo me pregunto ¿Acaso amanezco con ganas de sentirme así? Seguramente al despertar lo primero que digo es: Uy, me encantaría que mi cuerpo se mueva solo y sin sentido.

Busco ayuda y solo encuentro lo mismo de siempre: No te estreses, no te desesperes, no pienses en ello. Si esa es la ayuda que merezco, entonces me voy a tatuar la típica frase: “Échale ganas”.

Claro que, tal parece que la ayuda la busco en el lugar equivocado. Culpa mía.

La mayor parte del tiempo me veo en ese océano de pensamientos con olas de angustia que miden más de 30 metros. En un desierto donde me encuentro perdida. Esperando ese vuelo que viene demorado y yo solo quiero llegar a mi destino para sentirme segura. Me da tanto terror que me miren de cerca y descubran como lastimarme. No lo soporto.

Y solo espero y espero ese abrazo que no llega. Esas palabras de ánimo que no significan nada, pero lo son todo. En conclusión: caos.

¿Quién soy yo?

La respuesta es fácil, aunque la pregunta interesante sería, después de saber esto:

¿En verdad quieres conocerme?


 
 
 

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