Hoy, comparto un pensamiento que se, muchos en estos momentos sentimos, hablo del corazón, hago una compilación de emociones que he oído en estos últimos tres años de pandemia, en la que de verdad muchas cosas han cambiado y seguirán cambiando.
Me siento cansado de la tristeza. Cansado de esta tristeza que nos embarga en el día a día, de esta tristeza del ver como algo invisible a diario se lleva a familiares, amigos, conocidos, vidas incontables, de valor incalculable, triste del solo hecho de no poder ser lo suficientemente bueno, para mi entorno, de no ser el hijo, el alumno, el padre que merecen quienes me rodean.
Me siento cansado de la desesperación. Desesperado por el no encontrar una respuesta a las interrogantes presentes en mi día a día, desesperado ante la enfermedad y la incertidumbre del que pasara el día de mañana con mi persona, mi familia, mis amigos, ¿Cuál es el camino que debo de tomar?
Me siento cansado del encierro. ¬ Harto del estar 24/7 esperando el poder salir de casa, el desear poder hacer mi vida como lo era antes de la pandemia, el poder caminar con libertad, respirar aire (no tan) puro, sin necesidad de una mascarilla que me proteja, el poder estar relacionado con las personas, un beso, un abrazo, un apretón de manos que se nos ha limitado por el bien mayor, por la salud.
Me siento cansado del trabajo. Un trabajo donde nos se valora lo que hago, la preparación, donde no se valore lo más mínimo de la persona, lo más mínimo del ser, donde uno es solamente un numero mas o una simple herramienta para generar sin importar los sentimientos, emociones o necesidades de los empleados.
Me siento cansado de vivir. Un pensamiento recurrente en la mente de muchos, desde decepciones amorosas, decepciones laborales, decepciones escolares, decepciones espirituales, entre muchas otras formas de hacernos querer a llegar pensar en el desistir de esta vida, cansados simplemente de respirar, cansados simplemente de estar y de ser quienes somos.
Me siento cansado de la pandemia. Harto de los momentos que estos años de encierro, años de cambios de vida, años de no tener una estabilidad, del no saber si sí o si no estamos, de la incertidumbre del ahora estar y mañana no.
Me siento harto ya quiero tirar la toalla. Siento que ya no puedo mas, el entorno me gana, la ansiedad me cierra los ojos, siento un peso indescriptible sobre mi espalda, no puedo caminar mas, no siento que me apoyen, a veces deseo no haber nacido, a veces deseo haber muerto durante dormía, a veces deseo no ser yo.
Este tipo de pensamiento durante estos últimos años fueron creciendo, oídas y expresadas por mas de una persona que se seguro a ti, amigo que lees estas líneas te ha tocado escuchar, pensamientos que llevan dentro de si una gran profundidad y para todos es un llamado de atención a la acción, todas aquellas personas que se atreven a decir simplemente “no me siento bien”, quiero decirles que son las personas mas fuertes del mundo, una inspiración no solo para mí, también para un gran número que pasan, o pasamos, no por la misma situación, si no por una similar.
Los tiempos cambian, las personas cambian, todo cambia (como dijera Mercedes Sosa), el dar un paso a decir: “no me siento bien”, es un llamado a la acción, no a la reacción, el hecho de que una persona diga una de estas frases, es un espejo de la confianza y clamor de auxilio para los demás, se ve la necesidad de estar bien, el deseo por salir adelante.
Querido lector, te exhorto a que fomentemos algo muy sencillo, pero a la par lo más difícil que puedes hacer, la escucha activa, el callar y escuchar lo que el otro tiene que decir, porque sabrás, esto tiene un peso grande en el ser del otro, callar, escuchar y de ser posible, abrazar, así demuestras el verdadero cariño, amor y sentido de humanidad que tienes hacia los demás
Pd. Hoy escribo con dedicatorita a estas personitas tan especiales que han confiado en mí, que su deseo de estar mejor las lleve lejos y espero estar allí para acompañarles.
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