Poeta mal pagado
Me gusta mucho esa chica. Cuando la miro a los ojos deseo que sea feliz por el resto de su vida, que envejezca de manera placentera, que se le arrugue bien bonito la sonrisa, que los malos tratos no le desgasten la alegría de un amanecer, que le enciendan velas en su cumpleaños, en su luna de miel, en sus parpados, para que nunca camine a oscuras. Que la acaricien cual delicado pétalo de rosa, que la recuesten entre sabanas de terciopelo y le froten la piel de inicio a fin.
Me gustaría que observen fijamente sus cicatrices y se las premien a besos, que utilicen besos lentos, besos densos, de esos que arrebatan suspiros y claudican solo para iniciar una revolución de emociones, me gusta un chingo esa chica.
Quiero verla siempre bailar, que se ría muy fuerte para que se estrelle el cielo, para que por siempre se apaguen los volcanes. La imagino recostada en la hierba de un jardín con mariposas jugando en su cuerpo. Me gusta esa chica, la quiero porque sabe caminar entre alfileres, sabe levantarse después de que el llanto le ha robado puras flores marchitas; aprende con valentía, y aprende más cuando está sola, en su recámara, en la ducha cuando el agua tibia remoja su piel, se desliza en ella, la seduce, y la besa.
Me gusta para que sea mi secreto universal cuando alguien me pregunte: - ¿Cómo es la chica de tus sueños?
Me gustaría que le construyan la casa más bonita, de ladrillo en ladrillo, que le ofrezcan un refugio cuando la tercera guerra mundial suceda, que sobreviva, que la hagan sentir valiente si tiembla, que esté en un lugar seguro cuando se vaya la luz, que le arreglen el fregadero, que le ayuden a lavar su ropa y bien felices se dediquen a tender sus calzoncillos al viento, frente a los rayitos del sol, que se le acerquen delicadamente rodeando con sus brazos su cintura cuando esté preparando la cena, que le besen la yugular y le digan en un susurro:
–¡Gracias! Gracias por existir, gracias por estar conmigo, no me dejes nunca, no te dejes nunca, no te olvides de ti.
Que arrebaten el sueño, el cansancio y le hagan el amor, que le quiten el hambre y también las ganas de estar vestida, que se fundan con ella desde las diez de la noche hasta las tres de la mañana, y ya por la madrugada la sostengan sobre su pecho, que la acaricien hasta el amanecer. Que le envíen un ramo de flores a su trabajo, con cartitas de un amor secreto, para que la dejen más que intrigada, para que la vuelvan a enamorar como la primera vez, y a la mañana siguiente un pastel, una taza de café, qué mejor si es un atolito, eso le gusta mucho
Que cuando sufra un resfriado la tengan todo el día en reposo, que le preparen un buen caldito de pollo, qué mejor si lo prepara su mamá, porque yo sé que a veces desea sentirse niña, y otras una gran mujer.
Me gusta esa chica. Me gusta para llevarla de viaje, fotografiarla de lado izquierdo de la estatua, adentro del museo, con luminosidad del sol rodeando su silueta; me gusta tanto que no tengo problema si otros la quieren de reina o de jazmín; me gusta si su piel es de azúcar o vainilla; me gusta esa chica como me gusta el invierno, me gusta más que el otoño, pero me gusta más saber que se gusta ella.
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