Sin duda alguna, uno de los conflictos bélicos más impactantes en la historia del mundo y de nuestra especie es la Segunda Guerra Mundial, una tragedia que no solo cobró la vida de millones, sino que también afectó la economía global de la década posguerra; con este conflicto se engendró también uno de los avances tecnológicos más impactantes y a la vez funestos que nuestra especie ha desarrollado: la bomba atómica.
Detonada por la fisión de núcleos pesados dentro de núcleos más ligeros, se genera una reacción en cadena descontrolada y sostenida que genera magnitudes de energía colosales con alcance de destrucción masiva.
Su creador, Julius Robert Oppenheimer, fue un brillante físico quien dirigía el proyecto Manhattan (especializado en la creación de armamento atómico). En 1945, durante el lanzamiento de prueba en Alamogordo, Nuevo México; Oppenheimer se daría cuenta de la magnitud de su creación, un punto de no-retorno para la humanidad. Pronunciando la frase de Bhagavad, “Ahora me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos”.
Al abrir la caja de pandora, era solo cuestión de tiempo antes de que todo lo logrado por este personaje se utilizara en contra de su propio creador. En los años consiguientes, la carrera nuclear entre potencias mundiales ha incrementado exponencialmente, culminando en el Tratado para la Prohibición de Armas Nucleares en 2021.
Los sociólogos afirman que la Historia de la humanidad está condenada a repetirse como un ciclo sin fin, debido a que el hombre rara vez aprende del empirismo y los resultados en décadas y siglos pasados; aunado a que siempre existirá esa codicia de territorio y poder. En la actualidad no estamos exentos de los conflictos y las guerras, quizás no las veamos o no tengan la misma magnitud que en los cuarentas, no obstante, podemos tomar de ejemplo el constante caso de Afganistán, la invasión de Ucrania por parte Rusia o los atentados de invasión de la frontera y el territorio Mexicano por parte de Estados Unidos.
Pese al Tratado antes mencionado, eso no frena que se utilice este armamento nuclear como amenaza entre países en desacuerdo, ya sea por bluffeo o porque realmente tienen la intención de utilizarlas. Las bombas atómicas han avanzado desde sus inicios en el proyecto Manhattan, haciendo poco probable que quien la detone no afectase por alcance a su propio territorio. Mientras tanto, la polémica continúa y nadie da el primer paso a la desactivación del armamento nuclear pese al acuerdo.
Un avance que revolucionó la física moderna, pero que se convirtió en uno de los errores más grandes de la humanidad: creamos un arma capaz de destruirnos los unos a los otros, el mundo seguirá y la vida se adaptará a los niveles de radiación que dejemos. Pero sin duda, seremos los propios verdugos de la raza humana.
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