El miedo es una sensación inevitable por la que todas las personas pasamos. A menudo se piensa en lo incierto que es el futuro, el cual no se puede predecir ni muchos controlar. Y todo proviene por las altas expectativas sobre nosotros mismos.
Más allá de un texto de libre opinión sobre un tema en específico, te invito a reflexionar con las siguientes líneas. Eres libre de llegar al final o abandonarlo cuando desees.
Querido lector:
A veces me veo aquí, igual que siempre. La misma persona. El mismo lugar y las mismas cosas, como si la jaula solo cambiara de papel tapiz. Y otros días, las barras se abren dando paso al deseo interno de escapar. Pero el ave, acostumbrada al cautiverio se queda pensando en los peligros que corre al salir. Mira el paisaje. El brillante sol engalana la pradera. A lo lejos, las montañas se levantan llegando al cielo, tocando las nubes. La vida pasa tan tranquila como se espera, pero ¿cómo huir de la celda sin sentir miedo? Los depredadores vigilan día y noche. No hay descanso para el mal. Y la pequeña ave no sabe si puede volar. Claro, es más sencillo estar adentro a extender las alas ¿cómo culparte, si nunca recibiste lección o leíste instructivo? Parece fácil, pero no lo es.
Su corazón se divide entre morir en la comodidad o morir en pleno vuelo.
¿Cómo romper la cadena imaginaria, si lo único que conoces es el encierro?
¿Para qué saltar al mundo a tener carencias? Si la jaula tiene todo, hasta aire acondicionado.
Reclamar la libertad tiene un precio y no todos se atreven a pagarlo. Tal vez por eso prefieren quedarse. Entonces, al mirarme en el espejo me hago tantas preguntas e imagino listo el equipaje. La frágil ave solo necesita una mano para ser valiente. Le repito tantas veces como es necesario que esa cómoda y hermosa prisión no es un hogar. Pero tiene miedo, muy válido, pues le enseñaron que la fórmula para ser feliz dependía de su grado de estudios, de la bonita casa con la familia perfecta y el trabajo con pago quincenal para solventar las cuentas. Nacer, crecer, reproducirse y morir no es para todos. Ni como para todos es levantarse a las seis de la mañana. A veces madrugar no ayuda.
¿Cómo no tener miedo si básicamente se nada en contra?
Aunque ahora desde esa cárcel se oye con fuerza: ¿Miedo a qué?
Las flores se marchitan. El sol también se acuesta a dormir. Las estrellas no se ven si está nublado. En los desiertos hay oasis. Hasta las largas sequias llegan a su fin, como la vida. Renaces o no. Y es cuando vienen a la mente dos cosas:
Morir en la jaula rodeada de sueños, recuerdos y anhelos. Siempre deseando una vida diferente, pero al final cerrando con doble candado la puerta y poniendo otra cadena imaginaria al pie de la cama. O morir volando observando los cielos de mil colores.
El precio de la libertad parece nada en comparación a lo poco que hacemos.
La responsabilidad por decidir. El miedo a fallar. Equivocarse, todo parece catastrófico cuando te condicionas a lo peor. El futuro es tan incierto, a veces predecible pero honestamente desconocido, eso asusta. Puede que nada salga bien, pero, si de todos modos las cosas saldrán mal ¿no preferirías dibujar otros paisajes?
Vamos pequeña ave, la tarea más difícil ya fue hecha, la jaula está abierta. Sólo estás a un paso. En el camino vas a toparte a tantas aves locas que, como tú, decidieron tomar el riesgo para cambiar su destino.
No mueras encadenándote a ti mismo.
Se valiente.
Por el momento es todo, a ti, que me lees, te mando un fuerte abrazo, y si gustas, envíanos tus comentarios, quejas o sugerencias, estamos ansiosos por leerte. No olviden seguir nuestras redes sociales:
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Con amor, Amiie.
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