La inexplorable terquedad del ser
- Eric García Valladares
- 7 sept
- 4 Min. de lectura

Tal vez la mitad de mi media docena de lectores sabe que mi deporte favorito es el llamado “rey de los deportes”. Sin embargo, en mis años mozos tuve mis destellos en el deporte de las patadas (era yo un excelente aguador izquierdo). Poco después, tal vez orillado por mi falta de destreza en el deporte referido, mi opinión se centraba en que ese era “un deporte en donde puedes hacer lo que quieras, siempre y cuando no te vea el árbitro”. Muchas cosas han cambiado desde entonces y hoy es posible revisar las jugadas en las que se tienen controversias por la decisión del silbante. El tema es que mencionaré algunas figuras reconocidas en nuestro país y en el extranjero sin que por ello esté yo defendiendo ni al deporte, ni al jugador; así mismo quiero que quede en claro que tampoco estoy satanizando a ninguna institución reguladora, ni descentralizada. Sólo es una opinión al margen de posturas ideológicas y mas bien una expresión de mi muy particular línea de pensamiento.
Un jugador destacado en uno de los dos equipos más emblemáticos de Guadalajara, quien fuera además seleccionado nacional y que tiene un apodo como de guisante pequeño, ha sido vapuleado por las declaraciones en sus redes sociales respecto a su postura sobre la masculinidad y el feminismo (más o menos). Me resulta complejo observar la movilización en cardúmenes digitales, de las masas sedientas de opinión y de ver correr la sangre de quien les representa una amenaza para el bienestar emocional.

Voy a poner un ejemplo: si yo estuviera externando mi opinión respecto a un tema en particular ante miles de personas, y he preparado mi discurso con tal diligencia que puedo aspirar a la aprobación de un número importante de los asistentes, aun así, debo considerar que cabe la posibilidad de que una sección de la audiencia estará parcialmente en desacuerdo con mis planteamientos y si me aventuro otro poquito, debo considerar que una parte de ellos estarán en completo desacuerdo con lo que acabo de exponer. ¿Qué significa que se incomode la gente? Bueno, significa que lo que dije es relevante; toca fibras de diferentes tejidos sociales; produce cierta comezón moral porque es un tema que importa a varios sectores. Y ese ejercicio de participación, de escuchar todas las voces y evaluar todas las posturas, enriquece los espacios culturales y nos permite practicar la tolerancia para comulgar con la diversidad. Sería injusto que se me aplicara una sanción por generar tales conversaciones en los extremos de las posturas. Ahora si mi audiencia no está obligada a permanecer escuchando mi discurso, simplemente abandonará la sesión virtual o cambiará de canal o detendrá el video en el momento que así lo desee.
Vamos a matizar el ejemplo. Supongamos que soy senador de la república y estoy criticando los privilegios de las empresas que practican modelos monopólicos. Es importante que se me frene, que se me dé contrapeso, que se me cuestione, porque estoy en una posición de privilegio que pudiera tomar decisiones que afectarán a toda una nación. Si fuera un canciller criticando las políticas de mercado que ha impuesto la nación vecina, deberé tener en cuenta que mi voz representa los intereses de mi nación e incluso revela una postura de un país entero. Debería tener asesoría profesional para evitar caer en controversias cuando de relaciones diplomáticas se trata. Si fuera un profesor de educación básica dando clases a alumnos en la fase cinco (NEM, 2022, quinto y sexto de primaria) y tuviese una postura radical sobre las relaciones sexuales consensuadas y que esa postura incidiera en mis instrumentos de evaluación, debería tener una llamada de atención por parte de los directivos, conminándome a replantear las posturas extremas y redirigir mis acciones sobre la base de esos ajustes.
Pero si soy un futbolista, jugando a ser influencer, con mi visión de la vida desde una posición de beneficios, alejado de la conexión con las mayorías, emitiendo mi punto de vista construido sin la empatía con personas que requieren infraestructura más que una opinión, que requieren acceso a un trabajo digno más que un ancho de banda más amplio, que requieren la certeza de un estado de derecho más que una simple perspectiva, entonces creo que no deberíamos prestar demasiada atención a los comentarios de quien ni legislará para que su opinión sea ley, ni endeudará al país con negociaciones fallidas, ni le cortará el acceso a la ecuación a ningún sector académicamente activo.
Por otro lado, se me hace que se rebasan los derechos de una persona cuando su opinión es tomada como una invasión a las garantías individuales de tan sólo un sector particular de la población, y se toman decisiones en su contra con la bandera de lo políticamente correcto y la protección de los ofendidos, cuando a la luz de los resultados, pareciera que se actúa en función de los intereses corporativos. Ya se habla de quitarle patrocinios y de sancionarlo económicamente. ¿Para qué tanto? No quiero decir que esté de acuerdo en sus opiniones. Quiere decir que no comparto la postura de acabar con lo que su profesión le dio, por haber hecho una declaración desafortunada.
Ahora resulta que no podemos explorar temas sensibles, porque no habrá tolerancia al escrutinio de las ideas. Estas de acuerdo conmigo bienvenido, piensas diferente húndanlo. Sólo aquellos que fueron tercos pudieron expresar su idea y entregarla para que la hicieran pedazos. Pero hagamos pedazos la idea, no a la persona. Porque de otra manera estaremos ante la inexplorable terquedad del ser.
En Diario 21

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