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La Generación del Sobreconsumismo

  • Liliana Cecilia Peraza Arias
  • hace 10 minutos
  • 3 Min. de lectura

 

“Doom Scrolling” es el término con el que se le conoce actualmente a pasar horas en el celular con la mirada absorta y el dedo pasando uno tras otro los videos e imágenes de corta duración que han poblado las redes sociales. Si cuentas con un teléfono, una Tablet o algún dispositivo inteligente con acceso a internet, por lo menos has incurrido en este fenómeno un par de veces. Lo que el algoritmo selecciona para cada uno de nosotros es una moneda al aire plagada de unos y ceros que codifican y predicen lo que puede interesarte a continuación.

Lo curioso es que nuestro algoritmo personalizado, no es tan exclusivo como pensamos, lo que vemos nosotros también ronda por escasos segundos las pantallas de millones de dispositivos más. Y es esta estrategia prácticamente gratuita de la que se aprovecha un gigante económico: las empresas de fast fashion (la moda rápida), artículos que surgen como una novedad atractiva y que nos meses o un año después sirven para acumular polvo en una esquina, ya que el pico de dopamina y serotonina baja o el mundo dicta que ya no es atractivo.

Lo vemos en este momento con los horrorosos muñecos Labubu, anteriormente con Lululemon y los Stanleys, la devastación que causó el boom del skincare y maquillaje entre las niñas y adolescentes en cadenas como Sephora, los fidgets, los tenis con ruedas en el 2017o inclusive en mi juventud al inicio de los 2000 cuando My Littlest Petshoplanzó las colecciones de animalitos que nos peleábamos por obtener.


Las modas no son algo nuevo, siempre han existido, pero en la actualidad se han intensificado por diversos factores que comentaremos a continuación.

El primero y el más evidente es la comunicación y las redes sociales. Antes para que un producto extranjero llegara a nuestras manos, debía ser importado desde su país de origen donde ya era popular y conocido, por lo que los vendedores podían arriesgarse a invertir en ellos; este retraso causaba que la moda se desfasara de su país de origen y permitía que el furor de algunas otras fuese menguando o filtrado por el criterio del vendedor.

Hoy en día ya no tenemos ese problema, tenemos a nuestra disposición las redes sociales como un catálogo internacional en tiempo real, que nos provee de ligas que nos redireccionen a Amazon o Mercado Libre, Temu, etc. para que en un par de días nos lo envíen a la puerta de nuestras casas.

Más es… ¿mejor? No nos es suficiente con poseer el artículo de moda, debemos conseguir uno en cada color, ostentar las ediciones especiales, pelearnos con una señora por el último en la tienda. Pareciera que el valor de la persona fuese a incrementar proporcionalmente al número de artículos que podamos colgarnos encima. Pero no necesitamos 30 vasos Stanley ni 70 llaveros de Labubu con sus accesorios, tampoco más capibaras (los arqueólogos del futuro van a estar muy confundidos). A veces menos es más, sobre todo si hablamos de artículos que pasarán de moda en unos meses y terminarán arrumbados o contaminando el suelo de tanta basura.

El tercero y que en lo personal me parece más frustrante son los paquetes sorpresa, donde te venden de manera aleatoria el artículo que deseas comprar. Y aunque eso estaba padre en primaria intercambiando un sobre de calcomanías de 20 pesos, ahora son Barbies, coleccionables y artículos de lujo cuyo precio puede subir a más de dos mil pesos. Si lo combinamos con la necesidad de adquirir cada una de las versiones existentes, se vuelve una combinación peligrosa. Desde un punto de vista neurológico es el mismo efecto que las apuestas, nos volvemos adictos a la adrenalina y dopamina de perseguir aquel articulo raro, al no saber qué nos va a tocar al abrir el paquete y al igual que con la adicción a las apuestas no solo mermará tu salud mental, también tu bolsillo. Porque lo malo de la adicción a la dopamina, es que deja de ser suficiente.

Querido lector, con este artículo no pretendo insinuar que no debas comprarte algo lindo y a la moda, pero hazlo a conciencia, ¿verdaderamente lo adquieres porque te hace feliz o solamente es por pertenecer? Ese es el pequeño detalle que separa la originalidad de lo común. Seamos precavidos con las redes sociales y las estrategias de marketing que se aprovechan de nosotros y si alguna vez te debates en si lo quieres para ti o solo por la moda, observa qué tan importante es para ti que otros sepan que lo tienes, ahí encontrarás tu respuesta.


En Diario 21


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