Imagina la escena: El servicio de transporte público no está tan lleno, el camión cuenta con seis u ocho espacios disponibles aún, tú y un par de amigos no llegarán a su destino antes de quince minutos, tú, cómodamente sentado cerca de la ventanilla, vas intentando concentrarte entre los anuncios de ofertas, la publicidad de partidos políticos, las bardas que pelean por espacio entre los grafitis y el baile con el grupo de moda. De repente tu memoria recuerda, de forma muy vívida, un episodio que al inicio te dibuja una sonrisa en los labios, dos segundos después ese gesto se hace acompañar por un sonido entre intento de tos y sonrisa contenida para después terminar siendo una risa pequeña, casi discreta. Y bien pudiera haber terminado ahí o en los siguientes 20 segundos, ¡pero no! Resulta que a uno de tus compañeros se le ocurre hacer una solicitud imposible de cumplir ¡Dinos de qué te estás riendo! El imperativo dispara una carcajada que entre cuasi convulsiones y desplantes dices “noo” “nooo no no”. Y las neuronas espejo hacen lo propio, tus amigos y tú se están riendo casi de manera irrespetuosa de algo que aún no se ha nombrado. Nadie sabe de qué se están riendo. Nadie excepto quien inicio todo este relajo. Bueno, es más, puede que hasta el lector pueda estarse riendo en este momento.
Es ese secreto bien guardado que se asoma, nos deleita y nos delata; que nos nutre y nos motiva, que nos mueve o nos enciende. Es la memoria episódica que ha hecho de las suyas y ha traído consigo un atado de imágenes que se vienen carcajeando ruidosamente, o nos recuerda una frase más elocuente que educada, o un movimiento corporal irrepetible. Son esos recuerdos de situaciones divertidas pero que por motivos más de intimidad que de moralidad, no están a la disposición de nadie más que de los involucrados en la escena recordada. Son esos instantes donde las preguntas ¿de qué te ríes?, ¿tú cómo sabes? y ¿ya te ha pasado?, no tienen una respuesta fácil, porque contestarlas desvelaría detalles personales, que comprometen la reputación de alguien más, o revelan el lugar donde estuvimos, o los hábitos que en algún momento nos regían. La narración del contexto representaría romper el sello de garantía de la confianza, y ahí se encuentra cierto grado de magia, cierto tono de misterio que abre la puerta de la curiosidad, la duda e incluso la animosidad de quienes han sido testigos de nuestra risa incontenible aunada a la hermeticidad en los pormenores.
Yo los llamo un “secreto a veces”. Es un instante único con tu pareja, de esos que van cargados de algarabía, tal vez con algún reminiscente entre penumbra y sándalo, generalmente van al compás de un sonido específico que reconstruye la relación, o un silencio profundo que desdibuja al protocolo. Es una travesura ilícita, es una serendipia almibarada, es una canción en terciopelo rojo, o una oración en esmerada audacia, es una ambrosia hurtada a plena luz, es un néctar ingerido frente al proveedor sediento. Esos momentos tan religiosamente separados de la vida pública e incluso de tu vida personal, tienen la etiqueta de uno de los más famosos oxímoros que es: “un instante eterno”. Esa complicidad que sólo se puede remembrar con los protagonistas es sin duda la pimienta de la experiencia, la batería del brillo en nuestros ojos.
Busquemos esos momentos que le dan variedad a la relación, que almidonan los enfados, que adelgazan los rencores. De eso que inician con “…si supieran lo de…” y enseguida se desencadena una carcajada nerviosa y hasta pudorosa mientras se escucha un “¡Ay no!”. De esos que al pasar por “el lugar”, al oír esa canción, al pronunciar cierta expresión, siempre hay un derrame de neurotransmisores que elevan la condición del ser humano y lo conectan con algo más exclusivo que la contraseña del Wi Fi. Sé una persona creadora de experiencias, un arquitecto de situaciones innombrables, un artesano de tatuajes en el alma. La vida se construye a través de las relaciones. Tus amigos, gracias a Dios, son testigos de acontecimientos impronunciables. Son el eslabón que enlaza lo variopinto con lo monótono. Persigue ese momento donde tu pareja blinda con la más gentil de las prosas, tu relato, ante familia y amistades, que está al borde de generar sospechas y ha sido salvado por enésima vez.
Deseo tengas la mejor de las suertes y mantengas activo el pensamiento tanto creativo como original, recordando que la categoría de original, significa que sea nuevo y relevante para ti y/o para tu pareja. Somos el resultado de nuestras vivencias aderezadas en la cotidianeidad de la estructura y la aventura del caos improvisado que origina una nueva perspectiva.
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