A medida que diciembre se acerca, las tiendas, los canales de televisión -si es que hay alguien allá afuera que aún vea la tele y no Netflix, Amazon Prime o Disney+ - la publicidad y los adornos se llenan de personajes que simplemente asociamos por inercia cuando alguien dice “Navidad”: El cascanueces y los personajes del ballet; Santa, Frosty y Rudolph; Mickey navideño y por supuesto el Grinch.
Siempre se suele hacer alusión de este como una criatura ruin que detesta las festividades por su inmensa apatía y amargura hacia la época decembrina; inclusive solemos utilizar frases como: “¡No seas Grinch, es Navidad!” a diestra y siniestra cuando alguien expresa cualquier objeción ante el júbilo colectivo.
Naturalmente, apenas termina el Día de Muertos, soy la primera en guardar los adornos y poner el árbol y el nacimiento (no exagero, suelo adornar el 3 o 4 de noviembre); es el mes de mi cumpleaños y mi festividad favorita. Menciono lo anterior para que no vayas a pensar, querido lector, que estoy en contra de ella debido al título de este artículo. Pero cada palabra en él es verdad, no te despegues porque ahora te platico el por qué.
El Grinch es uno de los personajes más icónicos y reconocidos de Dr Seuss, sin importar si has leído sus libros o visto las películas, de seguro conoces a este verde y peludo personaje. Realizó su primera aparición en 1957 en el libro “Cómo el Grinch Robó la navidad”, escrito en verso e ilustrado de este autor donde narraba cómo éste “Quién” aborrecía tal fecha al punto de tratar de sabotearla.
Eso es lo que aparentaba esta trama a simple vista, pero realmente es algo muchísimo más complejo. Esta obra, sin importar su adaptación suele ser una sátira y crítica social al consumismo navideño y a cómo se pierde de vista lo importante al cegarnos por la adquisición y la competencia -por ejemplo, por quién posee los mejores adornos o lo más excéntrico, que no es un asunto obsoleto hoy en día- entonces, ¿por qué el Grinch es el chivo expiatorio?
Ciertamente no mostraba interés alguno en ser parte de la tradición, pero no se puede objetar que él tenía un fantástico argumento irrefutable para no querer hacerlo: es una fiesta que cae en el materialismo desenfrenado y superficial.
“De eso se trata todo, ¿no es cierto? Regalos, regalos (…) todos llegan a mí en su basura (...) Y la avaricia jamás termina. Quiero palos de golf, diamantes, un pony para montarlo dos veces, aburrirme y venderlo (...) No quiero provocar problemas pero todo esto de la Navidad es estúpido.” -El Grinch
Y viéndolo objetivamente tiene razón, nunca se ha tratado de una celebración de acumular y exigir; sino de apreciar lo que tenemos y a quiénes tenemos a nuestro lado.
Al final tanto él como VillaQuién descubren que la Navidad va mucho más allá que las luces o los regalos cuando pese a habérsele quitado, aquella fiesta llega de todas formas. El Grinch no odiaba la Navidad, sino el cómo se degradó en algo superficial y carente de sentido mientras nadie parecía inmutarse o notarlo siquiera.
Más que una lección para el Grinch, es para nosotros; para comprender que detrás de todo lo material, hay una importancia poderosa detrás de esas fechas. Que no se nos olvide lo importante, que es una fiesta de familia, amigos y afecto. Pero sobre todo que el mejor regalo es un abrazo, una sonrisa, un gracias o un te quiero y para eso, no se necesita gran presupuesto.
Espero que en estas fechas haya mucho amor, calidez y bendiciones sin importar el tipo de festividad que celebres. Hasta la próxima y ¡Que tu vida esté siempre llena de magia!
Muy emotivo, cierto y sobretodo un llamado de atención para repasar nuestra vida. Saludos. Felicidades.