Los gatos son animales felinos. Los gatos son mascotas. Por lo tanto, todos los animales felinos son mascotas. ¿suena lógico? Casi estoy seguro que su respuesta va acompañada de un ingenioso adjetivo para este humilde servidor. Entonces, si quedarnos estáticos es retroceder, moverse siempre es adelantar. ¿estaría de acuerdo con esto? ¡¿Tampoco?! ¡Bueno! Al parecer no estaremos de acuerdo en muchas cosas.
intención y resultado
Se dice que, si encuentras una sola explicación para describir cualquier evento, sonará más a una teoría de conspiración que a una verdad absoluta. Y no pretendo caer en ese error, mas debo subrayar que generalmente la mayoría de las funciones pueden resultar duales. A pesar de los grandes avances para establecer las bases sobre las cuales funciona el cerebro, siempre debemos tener presente que el cerebro es diferente a la mente. El cerebro contiene una cantidad muy importante de funciones neuronales y genera neurotransmisores importantísimos en la función del organismo. Su tamaño, aunque resulta de gran relevancia para la medición en el consumo de energía, no es determinante para el coeficiente intelectual ni para la consecución de objetivos de gran alcance. Sin embargo, es la mente la que puede, en determinado momento, lograr el objetivo principal, o el más deseado, en la respuesta conductual motora. Su expansión es sustantiva ya que permite resolver problemas de mayor complejidad con cada nueva conexión sináptica que permita el crecimiento de esas rutas de flujo de energía. La relación que existe entre el cerebro y la mente, debe tomarse con esmerada atención ya que las intenciones son también de suma importancia en el funcionamiento y conservación del cuerpo.
El cuerpo y la mente deberán tener un equilibrio tal, que les permita ser funcionales. Es decir que una no le estorbe a la otra, y que puedan ser mutuamente excluyentes en algunas ocasiones y en otras sean complementarios. Que su subordinación sea intermitente, duradera y en viceversa. Como ya lo dijo Juvenal “mens san in corpore sano”. Cuando nuestra mente es capaz de generar grandes ideas, pero no tiene un cuerpo donde puedan alojarse nuevos hábitos, las ideas se adaptarán a las limitadas funciones del cuerpo o solo serán un buen consejo para quien pudiera contar con la fortaleza, resistencia o flexibilidad corpórea. En el caso de que cuidemos nuestra estética del cuerpo con dietas, ejercicios, y demás elementos que nos conduzcan a una imagen alineada con los cánones atrayentes de la temporada, es posible que estemos descuidando nuestra mente. Porque en ocasiones nos rendimos ante las demandas sociales de mantener un cuerpo de ciertas dimensiones y características, pero eso nos puede conducir a temas como narcisismo, evasión de responsabilidades laborales e incluso incurrir en pseudosacrificios para mantener a raya nuestro peso, a costa de arriesgar nuestra salud.
Alguna vez hemos citado en esta tan apreciada columna, que la educación pretende buscar la verdad, apreciar la estética y hacer el bien. Y cada uno de estos mundos requiere de contar con las mejores intenciones. Si nosotros hemos definido, a través de la anticipación (recordar el futuro) que el propósito de buscar la verdad, no significa que por ello tenemos derecho a menospreciar el trabajo, la trayectoria o la memoria de alguien más. Debe concatenarse ese hallazgo con la intención más pura, para lo cual requiere adherir a este propósito “hacer el bien”. Es decir, una vez que, con la mejor de las intenciones, hemos encontrado la verdad, deberíamos preguntarnos si la revelación vale tanto la pena como para perjudicar a alguien más. La apreciación estética, no siempre va de la mano con la cortesía o la sinceridad. Decirle a una amiga que lleva puesto un outfit horrendo, sin conocer lo que ha trabajado arduamente y realizado diferentes quijotadas para adquirirlo, puede resultar en una falta de respeto de moderadas dimensiones. En otras palabras, aún y cuando sea una esmerada valoración estética, se contrapone a hacer el bien.
La dualidad en los diferentes elementos que convergen en un proceso, requiere de una capacidad elemental que es separar siempre el propósito de las presiones sociales, financieras o de cualquier otra índole para mantener el rumbo de nuestras acciones con el fin de llegar al resultado deseado con el mínimo de pérdidas, desperdicios o daños a terceros. El dualismo está presente en nuestras emociones, en nuestras capacidades, en nuestras intenciones, sólo procuremos que ese dualismo sea de beneficio para nosotros y nuestra comunidad, para ese microcosmos que forma nuestro contexto. En otras palabras que ese dualismo sea funcional.
Diario 21:
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