Una noche después de la tormenta, decidí desnudar mi alma. liberar a mi verdadera yo, dejar de temerle a la critica, abrazar fuerte mi esencia y amarme tal como soy. Cuando desnudé mi alma y dejé a un lado los prejuicios se redujo el peso en mi equipaje y así, más ligera comencé a patear las piedras que había en el camino, rompiendo etiquetas, apariencias, frustraciones y demás sentimientos negativos. Cuando desnudé mi alma, pude ver qué no había nada malo en disfrutar de los placeres de la vida. Ya sea un trago, reír con los amigos, coger como si no hubiera mañana o comer hasta casi reventar. entendí que siendo feliz no caminaba tan a prisa, pero que cada paso que daba lo hacía con firmeza y seguridad.
No, no es un sentimiento pasajero, no es rebeldía acumulada escapando como perra cuando le abren el portón, es solo que por un tiempo estuve dormida, pero este es mi verdadero y atrevido yo.
Cuando desnudé mi alma y decidí vivir con pasión me di cuenta que llevo un torbellino dentro, entendí que puedo llegar muy lejos, que soy capaz de más de lo que yo pensaba y puedo hacer grandes cosas, cosas que antes solo hubieran sido posibles en mi imaginación.
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