¡Felices Fiestas! 2020 es, sin lugar a dudas, un año que todos recordaremos como uno de los eventos históricos del siglo. Tuvimos al inicio una ola de desastres naturales, declaraciones de guerra, marchas contra la violencia y la discriminación, una pandemia que nos dejó encerrados por un año, y una Navidad que muchos tuvimos que ingeniar virtualmente; y en el caso de muchos estados como del que me encuentro escribiendo justo ahora, inundaciones. No existe mal que por bien no venga y ahora que nos encontramos celebrando estas fechas que se tornaron muy materialistas y vacías los últimos años, la vida nos impone un alto drástico porque íbamos tan aprisa que no nos deteníamos a valorar y apreciar de verdad todo aquello que dábamos por hecho.
Aquel tío odioso con sus comentarios retrógradas en la fiesta, la tía que juzgaba con desdén tu soufflé de papas durante la cena o el abuelito que te molestaba una y otra vez con que te casaras o eligieses tal carrera. Este año a la mesa le faltaron sillas porque si bien ese tío hartaba con ese tema, traía las mejores anécdotas y las mejores historias. La tía encabezaba la posada y te soplaba las líneas porque nadie se sabía bien la letra y tu abuelito daba los mejores abrazos.
El mal del ser humano es no saber valorar aquello que tiene hasta que lo pierde o, en el caso de este año, nos vemos forzados a distanciarnos. Quizás ahora pienses: “Sí, pero tuve una tranquila Navidad sin el escándalo”; esto va más allá, porque las fiestas decembrinas nunca se han tratado de regalos, de tener pareja para la fiesta, de recibir o comprar. Se trata de detenernos un momento y voltear atrás, todas esas personas que formaron parte de tu vida y las oportunidades que tuviste y agradecerles.
El 2020 nos forzó a encerrarnos en nuestras casas con nuestras familias cercanas y puede que al inicio pareciese Los Juegos del Hambre, pero poco a poco nos forzó a ser pacientes y re-aprendimos a convivir, a ser tolerantes que es un aspecto social fundamental. Puede que incluso resolvieras conflictos pasados o eso les acercase más o, por el contrario, que te dieras cuenta que navegabas en un ambiente que impedía tu crecimiento o salud mental y ahora sabes que tomar cierta distancia además de firmeza en tus decisiones es lo mejor para ti.
Hay mucho que agradecerle a este año. No me considero una persona absorta en el tóxico positivismo que te grita que siempre tienes que sonreír y estar feliz o que no puedes estar triste porque alguien está peor, ¡No! Se vale estar triste, se vale llorar y se vale tener un mal día; es parte normal y sana del proceso neurológico. Lo que no se vale es no levantarse después de caer.
Es por lo anterior que te comparto la siguiente filosofía: Cada error, cada tropiezo sin importar si es individual o como especie, nos regala una enseñanza y nos permite valorar algo. Este año nos bombardearon con tragedias pero hay que preguntarse qué podemos aprender de ello. Teníamos un avance de contaminación terrible que logró retroceder; hoy valoramos la salud y aquellos que hoy no podemos abrazar, los estrecharemos con más fuerza el día de mañana.
En estas fechas de amor y felicidad, recuerda su verdadero significado. Sin más por ahora me despido con un fuerte abrazo deseándote lo mejor para este nuevo año en puerta, ¡Que tu vida esté siempre llena de magia!
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