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Saquen una hoja y pónganle su nombre…

  • Eric García Valladares
  • 14 may
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 9 jun


 

Tratemos de colocarnos en un contexto que podamos identificar la mayoría. ¿Haz tenido algún familiar viviendo en la unión americana, quien te haya dicho que las enchiladas no saben igual en Denver que en Tepoztlán? Es más ¿Alguna vez escuchaste que las tortillas de CDMX no están tan sabrosas como en Cuernavaca? En Denver, estoy seguro de que en los restaurantes tienen un chef de buenos hábitos y formación profesional ¿Entonces porque no están tan sabrosas como en Tepoz? Y por otra parte me pregunto, si en la gran metrópoli de la capital hay tal concentración de talento ¿Por qué no saben tan ricas las tortillas como en la eterna primavera? Voy a tratar de adivinar. ¿Coincides conmigo en que la calidad de las materias primas influye directamente en el resultado? ¿Sí? De acuerdo. Iniciemos desde ahí, porque pueden influir otras variables, pero es un buen inicio.

Cuando alguno de los ingredientes es subestándar en calidad, proporción, pureza u otra condición, el resultado será distinto de lo que esperamos. Pero en EEUU o en CDMX siguen consumiendo sus delicias culinarias con el sabor conocido, y no se vende mal. Es decir, se han acostumbrado a ese nivel de calidad y lo dan como aceptable.

Ahora imaginemos la situación en las aulas. Los ingredientes para una educación de calidad que cumpla con dar herramientas para la vida a nuestros alumnos tienen que ver con diferentes dimensiones tales como: la social, la cultural, la personal, la económica y hasta la dimensión política. Cada una de estas dimensiones debería aportar a la formación de buenos y eficientes ciudadanos. Por otra parte, los actores principales en la educación son los alumnos, los maestros y los padres. Vamos a imaginarnos los extremos en la calidad de los mencionados actores en la educación: Unos padres atribulados con las exigencias de sus empleos que les demandan cada vez más tiempo disponible para llevarse incluso parte del trabajo a casa, esos padres van a delegar la educación de sus hijos a minecraft, Tik Tok y hasta Chat GPT; el alumno o alumna estará supeditado a los tiempos de sus padres y a la voluntad de ellos para educarlo o para permitirle ciertas conductas siempre y cuando no sean molestas para ellos; el profesor o profesora con una carga académica adicional pues está, desde hace cuatro años, cubriendo horas adicionales a las asignadas oficialmente sin recibir salario alguno por este esfuerzo, recibe a un niño o niña que, educado a tiempo completo por las redes sociales, se ha creado la idea de que pude manipular el sistema, las personas y las autoridades porque su orden superior se lo permite. Dígame usted ¿Cuál resultado obtendremos? El otro escenario que vamos a considerar, es el siguiente: padres comprometidos con la educación de sus hijos a quienes les han establecido un sistema de expectativas fundadas en límites asertivos, que refieren el mantenimiento de sus buenas maneras tanto en la conducta en casa como su conducta en la escuela; unos alumnos y alumnas que conocen los beneficios del cumplimiento académico, con una motivación intrínseca que día a día se va perfilando para moldear su personalidad sobre la base de su exploración en diferentes disciplinas y el fomento de su madurez a través de consolidar sus funciones ejecutivas; docentes entusiastas con vocación, con actitud de servicio y una constante actualización en materia de pedagogía, psicología, neurociencia y tecnología, quienes valoran a sus alumnos tratándolos con dignidad y respeto. Dígame usted ¿Cuál será el resultado que obtendremos? ¿Adolescentes responsables comprometidos con el bienestar común de su comunidad y aspirando al desarrollo de las habilidades descubiertas en su etapa de educación inicial?

Lo que quiero decir, es que si uno de los ingredientes (aludiendo a nuestra analogía gastronómica) no cumple con la funcionalidad que se le demanda en la fórmula, simplemente tendremos un resultado menor a la expectativa.

Los padres tienen delante una lucha constante para mantener los ingresos en un nivel decoroso, los alumnos combaten contra un mundo pleno de información que a su vez representa un mundo pleno de distractores como nunca se había visto, y los docentes se enfrentan a una disciplina distinta, incompleta, a una forma de relacionarse con la educación que deja diversos espacios no explorados o poco conocidos.

Tal vez en algún artículo futuro podremos hablar con mayor detenimiento de cada uno de los actores, pero el día de hoy, quisiera hablar de los docentes.

Podemos comprender a los padres de familia con todas sus problemáticas para dar tiempo de calidad a sus hijos, y en ese mismo orden debemos entender que la gran mayoría de los docentes también son padres de familia que comparten esas problemáticas, es decir no es exclusivo de los padres de los alumnos.

Los y las docentes tiene que combatir las dimensiones políticas que han dejado atrás los recursos para actualizarlos con capacitaciones; deben enfrentar la dimensión económica con situaciones de basificación y nombramientos atrasados que les obligan a dar horas de clases gratis por largos periodos de tiempo; en la dimensión cultural deben enfrentar personas rencorosas que han llegado a violencia física, verbal, simbólica y hasta digital; en la dimensión social han tenido que ser estigmatizados por la falta de probidad de algunos funcionarios; en la dimensión personal tienen que lidiar, como la mayoría de nosotros, con la búsqueda de su realización personal a través del ejercicio de su más adorada pasión que es enseñar. Felicidades maestras y maestros en su día. Tomemos nota como sociedad. Si aún no lo han hecho…saquen una hoja y pónganle su nombre.


En Diario 21


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