Tengo un par de años de investigar por mi cuenta los diversos temas y curiosidades que la historia nos ofrece. Desde que tengo memoria las historias de caballeros, ciudades mitológicas y semidioses han sido mis favoritas; mi interés por los magos y sus fuerzas herméticas siempre han sido mi fascinación; las distintas cosmogonías, mitologías y panteones; todas esas historias formaban parte de la ciencia ficción llegando a mi primero gracias a las historias clásicas de caballeros y los cuentos para niños de la cultura popular, después gracias a los videojuegos y el cine. Siempre fui presa fácil de una buena historia de caballeros en armadura brillante, reinos en conflicto, reyes y magos enigmáticos de épocas ajenas a nuestros tiempos y realidades.
Hoy en día siento que todo eso, todas esas historias de ficción, fácilmente pueden ser superadas por la misma historia sobre la que reposan nuestras ciudades y civilizaciones, pero nunca se nos mostró, al menos a mí, por medio de la escuela o los medios de comunicación convencionales. En mi infancia no hubo muchos libros en casa, así que solo la escuela y mi abuelo fueron las fuentes de esta curiosidad hambrienta por conocer más allá de lo que mi pueblo ofrecía, pero siempre se me revelo poco o de manera indirecta. No tenía ni idea de lo que la historia de la humanidad me tenía preparado.
Fue solo con la edad y mi iniciativa de búsqueda que pude encontrar rastros de lo real en la fantasía. Dentro de los video juegos, las historietas y el séptimo arte: pequeños detalles, algunos nombres de dioses y demonios, localidades que me sonaban familiares, reyes mitológicos y migajas de información que aparentemente no están conectadas con la realidad; hasta el día que pude acceder a internet.
Todo lo que alguna vez me pareció genial para ser un cuento de hadas ya no lo seria después de conocer la historia que la arqueología nos deja ver a cuentagotas, el trabajo tan menospreciado y olvidado que simplemente no se observa con la importancia que se merece.
Dicen que todo aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla. Yo quisiera poder vivir en esa fascinante pre historia.
Lo que encontré gracias al internet fue lo que estuve buscando durante todos esos años, las historias de los pueblos, de la civilización humana, de sus extrañas conexiones con los mitos y dioses, los mares de tiempo que nos separan y de cómo los millares de años no nos volvieron más listos o hábiles, sino todo lo contrario.
Lo que primero me llamo la atención es que la imagen del hombre primitivo, dígase del “hombre de las cavernas”, nunca fue más errónea: seres humanoides con pieles por ropajes, pelo como si se tratara de gorilas y ajenos totalmente al tacto por el arte o la ciencia, simples “changos cavernicoloides con garrotes”, gritando, peleando, comiendo como animales, buscando todo por la fuerza… y mi sorpresa es que el ser humano actual es aún más parecido a esa imagen popular. Las civilizaciones de la edad de piedra (que abarca ambiguamente desde hace aproximadamente 2.8 millones de años) fueron ricas en arte, comercio, religión, cosmología, medicina, arquitectura y demás ramas de la ciencia que hoy en día siguen sin ser descifradas. Un ejemplo básico y fácil de encontrar: las pirámides de las dinastías egipcias, los zigurats de la antigua Mesopotamia, el sitio de Gobekli tepe en Turquía, los palacios Minoicos de Creta; todos estos levantados en la edad de piedra y que han perdurado hasta nuestros días, miles de años después. Civilizaciones que se edificaron sobre los restos de civilizaciones más antiguas aun, desconocidas para ellos y nosotros. La arqueología moderna sigue sin poder explicar sus orígenes milenarios pero evidentes hasta hoy dia.
Nuestra sociedad “moderna” tendrá cuando mucho un par de cientos de años como la conocemos. La revolución industrial hizo grandes cambios, pero solo para volvernos más dependientes de las cosas que nos venden; en cambio estas civilizaciones, perdidas en el tiempo, muchas de ellas sin dejar rastro y sin una idea de donde se originaron, la gran mayoría perduraron por milenios predominantes como imperios y dinastías; dueños de tecnología que hoy en día se siguen golpeando la cabeza para descifrar. Lenguajes únicos y complejos que describían filosofías muy elaboradas, religiones fascinantes que explicaban los orígenes del hombre, que misteriosamente tienen mucho en común unas de otras, a veces relatando hechos de la naturaleza que datan de miles de años atrás, más aún que lo que nos separa a nosotros de ellos, como se podía estudiar en la impresionante biblioteca de Alejandría al norte de Egipto.
Y como me sorprendí al comenzar a leer los antiguos libros, aquellos clásicos de los filósofos griegos: el mito de la caverna de Platón, la odisea de Homero; las reliquias de los primitivos hebreos como la anónima Sefer Yetzirá y la cosmogonía del universo por medio de dios hacia el hombre, la epopeya de Gilgamesh, narrada por los antiguos sumerios y cómo sus reyes eran dioses. Todos estos antiquísimos textos gozaban de una riquísima forma de expresarse, compleja, con una amplia gama de sabores y colores para poder describir sus ideas y emociones. Quede impresionado puesto que pensaba que hoy en día se vivía en la cúspide de la ciencia y lo refinado, caso contrario, vivimos en la época de lo desechable, de lo comercial, de la moda y de lo rápido; nos vemos fácilmente superados en complejidad por las antiguas civilizaciones, vivimos mas cómodos, eso sí, pero encerrados, capturados por todo lo que se nos ofrece como modernidad.
Existe una historia antes de la pre historia, nuestra prehistoria fue para los antiguos su presente y ellos también soñaban con conocer su pasado, muchas veces mirando hacia el cielo y hacia el mar, curiosamente todos miraban hacia las estrellas esperando el regreso de sus ancestros, aquellos que les habían mostrado las leyes, la ética, la cultura y el arte. Todos soñamos en algún momento con las historias de los antiguos dioses y su regreso, mirando hacia el firmamento.
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